Exposición actual Sala Mirador del Carmen

QUIÑONES: AL ORIGEN

Del 2 de agosto al 14 de diciembre de 2025

QUIÑONES: AL ORIGEN

Del 2 de agosto al 14 de diciembre de 2025

La utopía del verano y su tiempo detenido entre playa, sol y juego protagonizan QUIÑONES: AL ORIGEN la primera exposición de Juan Miguel Quiñones (Cádiz, 1979) en Estepona, el entorno urbano, arquitectónico y social donde se ha criado y formado, de manera completamente autodidacta, como artista. La exposición reúne más de 180 esculturas en mármol y otras piedras duras, realizadas mediante diversas técnicas: desde el corte con sierras diamantadas hasta la incrustación al estilo renacentista. Fruto de una práctica profundamente conectada con la tradición de la cantería y el trabajo manual del mármol, e influida por las canteras de Vejer de la Frontera, localidad natal del artista, la obra escultórica de Quiñones se centra en la producción de simulacros monumentales, a escala real o sobredimensionada, de objetos comestibles, veraniegos o cotidianos aparentemente inertes, que pertenecen a sus memorias de infancia: helados, juguetes, aletas, tablas de surf, patinetes. La exposición se propone como un reencuentro simbólico entre el artista y su ciudad, y al mismo tiempo como el cruce de dos miradas paralelas: una, hacia la obra de un escultor que, al volver el mármol un material dúctil, ha erigido un culto en torno a los objetos icónicos de las infancias de los años noventa; la otra, hacia la historia reciente de un territorio – la Costa del Sol – que ha alimentado el estilo de vida y la memoria colectiva de quienes han habitado este paisaje reinventado para el consumo de una utopía estival.

En el marco de este encuentro, la obra de Juan Miguel Quiñones se vincula estrechamente con la historia de una región de la Costa del Sol andaluza y su “arquitectura del placer” – en palabras de Henri Lefebvre y de su discípulo español, Mario Gaviria. Es decir, de aquel urbanismo turístico que, a partir de los años sesenta, configuró nuevos paisajes diseñados para el ocio y el consumo, proyectando formas inéditas de habitar, sentir y pensar el mundo desde unas periferias que, durante los meses de verano, se convirtieron en objeto de deseo para los habitantes de las grandes urbes europeas y globales en busca de descanso. En este contexto, la obra de Quiñones -en la que los objetos más comunes se reconfiguran como monumentos perdurables y estructuras arquitectónicas de un paisaje interior- puede leerse como una arqueología sensible de una época, un territorio y una memoria compartida por quienes han habitado o transitado este paisaje.

Esta lectura contextual se entrelaza con una mirada a la producción escultórica de Quiñones en los últimos quince años: un cuerpo de obra generoso y coherente que revela cómo su práctica, fundada en una sabiduría técnica autodidacta, se sostiene en el proceso lento de la forma, donde el pensamiento se construye a través del hacer, el ensayo y error, y el sacrificio físico; es decir, a través de una memoria atávica que se reactiva en el cuerpo y sus gestos.

Mariella Franzoni y Flor Reiners

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